lunes, 19 de enero de 2009


Nos rendimos los dos a fingir como tontos que yo era su mujer y que el era mi marido pero al cabo de un tiempo yo no quería ser su mujer, el quiso volver a ser el hombre infiel. Ahora el está feliz, volvió con la idiota, yo recorro las calles buscando otro hombre, y aprendí que mentirse tiene patas muy cortas que siempre la costumbre, va a matar al placer.

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