viernes, 28 de noviembre de 2008


Quiero que dejes de ser mi pasado, mi presente y mi futuro, quiero nunca más caer en lo mismo, o volver a sentir dolor, quiero no pensarte ni un segundo y olvidarme de tu existencia, y quiero que sea YA, porque si hubiese valido la pena, seguirías acá.
Lo miré. Él me miró. No le dije nada. Él tampoco me dijo nada. Entonces decidí prolongar el silencio. Él no lo interrumpió. No le quité la mirada. Él también insistía. De pronto pareció que iba a decir algo, pero no. Seguía mirándome en silencio. El silencio se veía, pestañar era traicionarlo un poco. No me sonrió. Yo tampoco. Un ruido de la calle atento contra nosotros. Esta relación que se estaba dando, podía terminar si alguno de los dos sucumbía ante la tentación. Fue difícil, pero lo logramos. Seguíamos mirándonos a los ojos. Había hondura en su mirada. Todo era perfecto. Me puse de pie lentamente. Él también. Nos sentamos a la misma mesa. Y comenzamos a arruinarlo todo.

Es cuestión de tiempo. Entre desear algo y conseguirlo, hay una cuestión de tiempo. El problema es que ese tiempo entre lo que deseamos y su realización puede ser eterna. Cuando queremos algo lo queremos ya, por algo lo queremos ¿no? La ansiedad, esa obsesión por que el futuro sea hoy, ese capricho del deseo inminente, ese fast food difícil de digerir. Yo se que las cosas que importan de verdad necesitan tiempo. Se que no hay que apurarse, pero cuando quiero algo necesito señales claras de que eso va a llegar, sino me desespero. La incertidumbre me mata, me vuelvo insegura, me hace dudar de que eso que quiero tal vez nunca llegue. Tal vez por eso necesite alguna prueba de alguna certeza que calme esta ansiedad. La tarde es larga pero es tan corta la vida y uno quiere todo ya. Tal vez por esa ansiedad uno termina perdiendo justamente eso que tanto quiere. Las cosas que de verdad importan llevan tiempo, las cosas que valen cuestan trabajo. Por esa obsesión de que las cosas sean hoy, ya, como uno quiere, te podes perder y no ver lo que en verdad ya existe.